SER DE PUEVLO
Suena una sirena en un pueblo. Algo sucede y no bueno. Los aldeanos sin descolocarse la boina ven alterada la tranquilidad. El mismo banco, las mismas arrugas, el perro que cruza como si fuese a la oficina y el sol en el horizonte. Las discusiones sobre como de frío será el próximo invierno es acalorada (véase el juego de palabras). Hoy no es domingo, no hay turista que criticar. No ven la televisión, solo les interesa los partidos de las cinco y por la radio. Transistor al hombro y en el dial Radio Nacional. Eso sí, a las doce y antes de que repiquen las campanas hay que estar sentado en misa. Una vez comulgados, un par de chatos de vino con chorizo de la matanza.
Nada de mujeres solteras. El hombre al campo. La mujer en casa. Los niños al colegio y si se portan mal la regla hará su efecto. Callar y otorgar. Sigamos con nuestros burros, gallinas y cerdos. Nuestro pequeño mundo entre montañas. Da igual lo que suceda. La sirena sigue sonando. Nuestros aldeanos prefieren seguir observando el horizonte anaranjado. Futuro, ya llegará. El progreso no nos interesa, vivimos sumisos (provincianos) a las directrices de la capital. Solo conocimos la conspiración judío-masónica-comunista-internacional. En fin, analfabetos, no ignorantes.
Gonzalo Blanco Pérez
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